Es una historia, que si tuvo que ver, con un padre muy rico que junto con su hijo coleccionaban obras de arte muy costosas. Se sentaban juntos allí horas enteras viendo sus bellas obras de Picasso y Raphael.
Cuando estallo la guerra, el hijo fue llamado a pelear por su país y dícese que el padre siempre esperaba todos los días las cartas que su hijo le mandaba para saber cómo se encontraba. Las cartas dejaron de venir un día, dos días, después fueron varios días, los cuales se convirtieron en semanas y hasta meses. El padre angustiado ya no sabía qué hacer en la desesperación por saber que había pasado con su hijo.
Dícese también que después de varios meses, justo antes de Navidad, le tocaron la puerta al padre.
Estaba allí parado un hombre joven, quién tenía un paquete grande en sus manos.
“Señor Ud. quizás no me conoce, pero yo soy el soldado a quién su hijo salvo. Él salvo muchas vidas en aquel día, y a mí me estaba cargando hacia un lugar seguro, cuando de repente una bala se le cruzo en el camino y murió allí en aquel instante. Su hijo hablaba mucho de Ud. con cariño y ternura, y siempre nos hablaba de su amor por el arte.”
El joven allí parado le dio el paquete. “Sé que esto no es mucho, y que tampoco soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que Ud. tuviera esto”.
El padre abrió el paquete. Era el retrato de su hijo, pintado por aquel humilde soldado. El padre se admiró como el compañero de su hijo pudo capturar la imagen y personalidad de su hijo. El padre difícilmente pudo contener sus lágrimas. Le agradeció al soldado y le ofreció pagarle por el retrato.
“Oh no señor, yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por mí. Es un regalo.”
Y dícese que el padre amaba tanto al hijo que unos pocos días después, él también murió de pena. No fue un suicidio o nada por el estilo, creo que escuche que fue algo así como un órgano vital que dejo de funcionar, pero el hecho fue que parece que estuvo relacionado con la tristeza de perder a su hijo.
Hubo después una gran subasta en la misma casa del padre. Mucha gente importante e influente se reunió en la mansión, algunos viajando de lugares distantes para tener una oportunidad de comprar algunas de las obras de arte de pintores de gran renombre.
El subastador empezó el remate golpeando su martillo. “Vamos a empezar la subasta con el retrato del hijo. ¿Cuánto ofrecen por esta pintura?”
Hubo de repente un gran silencio. Después de un corto momento, una voz se escucho por el lado detrás de la pequeña multitud: “Vinimos a tratar de comprar las obras de artes de los grandes pintores famosos. Saltése esa pintura o déjela para el final”.
Pero el subastador persistía en la oferta. “¿Cuanto ofrecen por esta pintura? ¿Quién va a comenzar con una oferta? ¿$200, $100?”
Se escucho otra voz con amargura: “¡No vinimos hasta aquí para ver a esa pintura. Vinimos para tratar de comprar Van Gogh, Rembrandt o Picasso. Vamos y comience con las que si son pinturas de verdad!”
Pero el subastador insistía: “¡El hijo. El hijo. ¿Quién da algo por el hijo?!”
A final, se escucho otra voz que también venía desde la parte más atrás del salón. Era el jardinero que había trabajado en la casa del hombre rico y su hijo: “¡Ofrezco $10 por el retrato!”. Como era un hombre pobre, eso era todo lo que podía ofrecer.
“Tenemos $10. ¿Quién ofrece $20 por el retrato?”
“¡Deséenlo por $10. Nosotros queremos ver las verdaderas obras de arte!!!”
La pequeña multitud comenzó a enojarse en gran manera. No estaban interesados en comprar el retrato del hijo. Ellos querían tratar de comprar inversiones de mucho más valor.
El subastador golpeo su martillo: “!Vamos una; vamos dos; el retrato se vendió por $10!”
Un hombre al frente de las bancas suspiro: “¡Ahora si por fin veamos las obras de arte!”
Pero el subastador, dejando su martillito en la mesa, exclamo. “Lo siento pero la subasta ha terminado”.
“¡¿Pero queeee…? ¿Qué paso con las otras pinturas?!!!”
“Lo siento pero cuando fui contratado para esta subasta, me hablaron de una estipulación secreta en el testamento del padre. Fue una estipulación que sólo se me permitió revelar hasta el término de la subasta. La única pintura que se iba a vender era la pintura del hijo. Quién comprara el retrato del hijo iba a tener toda la herencia del padre, no sólo sus obras de arte, sino todo.”
¿No les hace acordar esta historia a una de la vida real?
Dios mismo dio a su Hijo Unigénito por nosotros. De una forma similar a nuestra historia, desde tiempos atrás, el mensaje sigue siendo el mismo: “¿El Hijo, el Hijo, quién acepta al Hijo?”
Al igual que en nuestra historia, el que tenía el retrato del hijo lo recibía todo. En el mundo que vivimos, en el mundo real, todas las promesas que tenemos, las tenemos por medio del Hijo.
El apóstol Pablo, hablando de Jesucristo, escribió:
“Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén…” (2 Corintios 1: 20).
En todas las navidades los niños siempre se impacientan en las casas, mirando ansiosos debajo del árbol los regalos que le esperan. Los padres siempre regañándolos: “¡Ya les dije que esperen a que venga Papa Noel.” Pero los niños no pueden esperar. Siempre mirando con sus ojitos los paquetes más grandes. ¿Sera ese paquete más grande para mí? La idea es que el mejor regalo viene en el paquete más grande.
Pero el regalo más grande que Dios nos pudo dar jamás fue el regalo de la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor. (Romano 6:23) Un regalo que no viene en un paquete debajo de un árbol de Navidad. Fue un regalo para nosotros. No nos costó nada a nosotros. Pero para Dios no fue gratis. Él tuvo que dar a su Hijo Unigénito para que con su muerte, nosotros podamos vivir eternamente. Es el regalo más valioso que jamás podemos recibir.
La pregunta que todo hombre, mujer o niño debería hacerse en esta Navidad es la siguiente:
“¿Has aceptado al Hijo?”
Si has recibido a Cristo en tu corazón, entonces realmente tienes una razón para celebrar esta Navidad. Si no lo has hecho, ¿A qué esperas?
Es un regalo que ha sido despreciado por muchos a través de la historia de la humanidad, muchos que ya han perdido su oportunidad de recibirlo. No cometas tú ese mismo error.
Si quieres recibirlo, no tienes que pagar nada por Él, no tienes que registrarte como miembro de ninguna religión, no tienes ni que firmar ningún documento aquí en la tierra; solo tienes que repetir una simple oración en alta voz y creyéndolo con fe y serás salvo.
Solo repite esta oración:
Señor Jesús, reconozco que soy un
pecador y que he estado sin ti por mucho tiempo. En estos momentos te entrego todo lo que soy y lo que tengo. Ya no quiero vivir separado de ti, sé que has dado tu vida por mí, y te reconozco como mi Señor y salvador. Ven entra en mi corazón y se parte de mi vida. Acéptame como hijo tuyo, gracias Jesús por fijarte en mí. Amén.
Si esta fue tu oración, debes saber que ahora eres un hijo o hija de Dios, y Él ha escrito tu nombre en el libro de la vida. No olvides que ahora deberías buscar un lugar para congregarte y aprender más de Jesús.
¡Dios te bendiga grandemente y bienvenido a la familia de Cristo!! :)
FUENTE: Carlos Chapa (actualizado).