
¿Qué estamos plantando para nuestros hijos, amigos y hermanos? ¿Nos hemos preocupado con nuestras actitudes, para que éstas sirvan de semilla de bendiciones capaces de producir frutos en la vida de aquellos que nos conocen? ¿Nuestras atenciones están vueltas a nuestros intereses personales e inmediatos o comprendemos que Dios nos colocó como luces para alumbrar el camino de muchos que por nosotros pasarán?
Cuando plantamos amor y respeto, nuestra casa crece produciendo flores y frutos de amor y respeto.
Cuando plantamos sonrisa y amistad, nuestra vecindad se transforma en ambiente de alegría y compañerismo.
Cuando plantamos dedicación y fidelidad, nuestra iglesia contagia el local donde está construida.
Cuando estamos al servicio del Señor no pensamos en la belleza y perfume que nuestras vidas disfrutarán de aquél jardín, sino en los millares que pasarán por el mismo jardín y en el encanto que producirá en sus vidas y familias.
Alegrémonos por ser jardineros de Cristo y el Señor Jesús se alegra porque trabajamos para Su gloria y honor.
La bendición de nuestro trabajo en el jardín del Señor producirá frutos por toda la eternidad.
“Mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:8)
Fuente: sitiodeesperanza.com
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