Desde luego que sí, pero sin duda nadie podría fijar el precio de una sonrisa. ¿O tú crees que podrías hacerlo? La verdad es que colocarle precio echaría inmediatamente a perder su valor. Sin embargo, a veces una sonrisa es muy valiosa.
Hace muchos años, en una de las calles más pobres de Nueva York, vivía una jovencita llamada Ana. Tenía once años de edad y su alegre carita a menudo hacía brillar un rayo de felicidad en la vida de mucha gente triste que la veía pasar por la calle.
Cierto día Ana asistió a un programa de niños en cierta iglesia cercana. Había estado allí muchas veces en algunas reuniones. Pero esta vez ella misma debía tomar parte en un programa. Puedes imaginarte cuán feliz se sentía.
Ahora bien, sucedió que entre el público se hallaba un médico bien reconocido. Era una de las personas que aportaba monetariamente a la obra de la iglesia. Nunca se sabrá si ese día se sentía solitario o triste, pero de alguna forma su corazón fue tocado mientras contemplaba la carita sonriente de Ana. De pronto, la niña se volvió y mirándolo directamente, sonrió. El hombre pensó que nunca había visto nada tan hermoso como esa sonrisa. Cuando volvió a su hogar, se sentía más feliz y mejor que antes.
Ese médico jamás olvidó esa sonrisa. Vivió en su memoria cada día de su vida, hasta que la muerte le cerró los ojos.
Cuando se leyó su testamento, los ejecutores del mismo se asombraron al ver que había dejado todo su dinero – y se trataba de un individuo muy rico – no a sus parientes, porque no tenía ninguno; ni a un hospital ni misión, como podría haber hecho. Pero, según lo decía en sus propias palabras su testamento, “a los que me han dado felicidad durante mi vida”.
En la lista estaba el nombre de Ana, la jovencita que le había sonreído en el programa de la iglesia hacía 20 años. ¡Le dejó 150,000 dólares!
Pensemos en eso: ¡150,000 por una sonrisa! Casi puedo oír que dices: “¡Quisiera que mis sonrisas tuvieran ese valor!”. En realidad son valiosísimas, pero no necesariamente en dinero.
Piensa en la felicidad que significan para tus padres. Tus sonrisas les ayudan a llevar más fácilmente sus cargas y también los hace vivir más tiempo. ¿No vale eso algo?
Las sonrisas hacen que las ruedas de la vida familiar se muevas muy suavemente. Mientras que los malos ratos, las caras agrias y los disgustos son como arena, que con su aspereza causan muchas dificultades.
El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos. Proverbios 17:22
Suponte que un día le sonríes a alguna persona que se siente muy triste y desanimada y que tu sonrisa la hace también sonreír a ella; ¿Cuánto vale ese gesto? Probablemente nunca lo sepas, pero para esa persona podría significarlo todo; un cambio decisivo de dirección en el oscuro y solitario sendero de su vida. En nuestros días hay mucha gente así, que han abandonado toda esperanza de que alguien les sonría nuevamente.
¿No deseas ver cuánto bien puedes hacer con tus sonrisas? Tus esfuerzos te producirán una recompensa sin límites.
Fuente: http://huellasdivinas.com/