Deuteronomio 1:8 dice: “¡Miren, les doy toda esta tierra! Entren y tomen posesión de ella, porque es la tierra que el Señor juró dar a sus antepasados —Abraham, Isaac y Jacob— y a todos los descendientes de ellos”.
El Señor tiene cosas asignadas para cada uno en particular, esas bendiciones las conoceremos claramente al tener una búsqueda de Dios, las conoceremos en formas de deseos que nacen en el corazón, y que nos guiarán al propósito que tenemos asignado. Estos sueños muchas veces no se cumplen de inmediato y tampoco resultan ser sencillos para nosotros, pero lo cierto es que si el Señor es quién pone esos sueños en el corazón, es porque está dispuesto en ayudarnos a cumplirlo.
Debemos avanzar, sin razonarlo demasiado, sin temor, sin dudas, sino creyendo que hay esperanza, porque Dios abre puertas donde no las hay. Su promesa es que si permanecemos en Jesús, daremos mucho fruto, si deseamos conocerlo más, su favor estará en nuestra vida. Todo deseo que persista en el tiempo, y que no contradiga la palabra de Dios, es algo por lo que tenemos que batallar en fe, y el Todopoderoso abrirá caminos cerrados, puertas que jamás imaginamos.
Oremos así:
“Dios Padre, Gracias porque me respaldas para que tu propósito se cumpla en mí. Avanzaré en tu poder, sabiendo que nada me puede detener si estás conmigo. No hay muro demasiado fuerte que no puedas derribar, lo creo y declaro en el nombre de Jesús. Amén”
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