El ingrediente más importante:
La sal es una combinación de minerales utilizados, desde hace tres mil años, para conservar la carne y que ésta no llegue a un estado de putrefacción. Otra de sus funciones, y que ahora también está vigente, es la de dar sabor a los alimentos que el hombre consume.
En primer lugar, debemos notar que la sal hace completamente diferente la comida y mantiene su sabor distintivo al ponerla en los alimentos. No adquiere el sabor de la comida a la cual se la agrega, sino que la comida queda saborizada por la presencia de la sal. Y es que un plato por más que esté preparado con las mejores carnes, verduras, etc. si no tiene la cantidad apropiada de sal no podrá tener el mismo sabor, ni ser degustada de la misma manera.
Esta comparación nos sirve para darnos cuenta porqué Dios nos dijo “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.” Mateo 5:13
Esto es porque debemos hacer la diferencia a donde sea que vayamos y ser esa sal que contagie a los demás con obediencia, conducta, principios, etc., pero sobre todo con el amor de Dios. Que seamos aquello que le dé ese sabor y ese sentido a quien lo necesite, haciendo que conozcan a Cristo a través de nosotros.
Tal vez hemos estado cumpliendo mal la labor encomendada y hemos estado amargando la vida de otros, o dejando que nos influyan y nos cambien para mal.
Que no sea el mundo el que nos dé el sentido, sino que Dios a través de nosotros llegue al corazón de quienes están en nuestro entorno.
“Buena es la sal; más si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.” Marcos 9:50
Hoy te invito a que cumplas con tu propósito de hijo(a), seamos nosotros quienes le den el sabor a la vida de los demás. Si no ¿cuál sería nuestra misión acá en la tierra?
Por: Telma Céspedes.
Fuente: reflexiones.cristianas.com