Cuando habló a los estudiantes de Yale, Osler recordó la descripción que el capitán hizo del barco:
Cada uno de ustedes es una organización más maravillosa que ese gran trasatlántico, y han emprendido un viaje mucho más largo.
Les exhorto a que aprendan a tener bajo sujeción su vida y a vivir cada día en un compartimiento hermético para ese día. Esto garantizará su seguridad en todo el viaje de la vida. Toquen un botón y escuchen, en todo ámbito de su vida, las puertas de hierro que dejan fuera el pasado, los días de ayer que ya han muerto. Toquen otro botón y cierren, con una pared metálica, el futuro, los mañanas que aún no nacen. Así estarán a salvo; a salvo por ese día.
No piensen en la cantidad que hay que lograr, ni en las dificultades que hay que vencer, sino empéñense seriamente en la tarea menuda que tienen a la mano, y dejen que sea suficiente para el día; porque nuestro claro deber no es ver lo que apenas se ve en la distancia, sino hacer lo que tenemos al alcance de la mano.
Muchos barcos personales están naufragando hoy porque no aprendieron a cerrar el compartimento de abajo. Aprendamos la lección para mantener flotando el barco de nuestra existencia.
“No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6.34).
“Echando toda vuestra ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).