Cuenta una historia que había una vez un científico que descubrió el arte de
reproducirse a sí mismo, tan perfectamente que resultaba imposible
distinguir el original de la copia.
Un día se enteró que andaba buscándolo el ángel de la muerte y, acudiendo a su descubrimiento, hizo doce copias de sí mismo. Cuando el ángel llegó, no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y se fue. Pero no tardó en regresar con una estrategia muy ingeniosa, basada en la naturaleza humana.
Al llegar al lugar donde se encontraba el científico con sus doce copias dijo: Debe ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo; sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto.
El científico dio un salto y gritó: ¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?.
Justamente aquí, respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. Todo lo que hace falta para descubrir al ego es una palabra de adulación o de crítica.
El ego es una de las herramientas más eficaces para autodestruirnos. La arrogancia, el orgullo, la altivez, siempre jugarán en nuestra contra. No importa cuán bueno seas en lo que hagas, si no eres humilde y reconoces que es de Dios de quien provienen tus dones inteligencia, talentos y todo lo que posees, no llegarás a ninguna parte.
La verdadera humildad y el temor del Señor conducen a riquezas, a honor y a una larga vida. Proverbios 22:4
Estos son los componentes básicos del verdadero éxito, que todos deberíamos tener presentes en nuestras vidas: Humildad y temor del Señor. Sólo así alcanzaremos nuestros sueños y tendremos una vida que trascienda e impacte a los que nos rodean.
No dejes que tu vida se vea truncada por no reconocer al verdadero autor de lo que somos y tenemos.
Fuente: http://cristianareflexiones.com