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Con los ojos bien abiertos

Con los ojos bien abiertos

Un nuevo año está por comenzar, y ya vamos dejando de lado los balances  necesarios al finalizar el año viejo para avanzar en lo que será la forma en que encaremos el año nuevo. Atrás quedan las alegrías vividas y las tristezas sufridas a lo largo del año pasado, para dar lugar a las expectativas de más alegrías y de menos tristezas. Como creyentes, tenemos que hacernos el propósito de no depositar nuestras esperanzas en lo que nos pueda ocurrir, sino en vivir este nuevo año con los ojos bien abiertos para ver a Cristo y sus bendiciones en medio de los días de luz y en medio de aquellos dominados por las más oscuras nubes.
Si comparamos al año que comienza con un nuevo camino que se abre ante nosotros, que es totalmente desconocido en cuánto a que nunca lo hemos transitado antes, es deseable que vayamos muy atentos, porque la preocupación de nuestro buen Padre será bendecirnos a lo largo de este nuevo año, como así también ser usados por él para ser difusores de su bendición a otros que la necesiten.
Tres clases de males debemos evitar para este año que comienza, males que nos harán no ver las bendiciones que Dios ponga a nuestro alcance y las oportunidades para bendecir a otros: caminar mirando para atrás, caminar distraídos, ir con una venda en los ojos.
El camino a emprender es nuevo en su totalidad, lo que implica que hay algo fresco y desconocido a cada paso. Si vamos mirando todo el tiempo a lo que quedó atrás, sean alegrías que añoramos o tristezas que nos atan al pasado, no veremos cuando la bendición se encuentre delante de nosotros. Y como el caminar es un ejercicio dinámico, cuando queramos acordarnos, estaremos mirando las bendiciones de hoy como cosas que pasaron sin ser aprovechadas. Nada podemos traer del pasado, ni nada podemos arreglar de él. Mira adelante, porque allí está tu bendición.
Si bien tenemos que ir atentos a todos los detalles que el camino tiene para nosotros, pues cada detalle puede en sí ser una bendición, tampoco debemos distraernos en demasía con ellos, pues nos iremos perdiendo otras bendiciones que aparecerán más adelante. Podemos distraernos incluso con alguna bendición que recibamos, pero que nunca tuvo el objeto de ser el centro de nuestras vidas, sino una de tantas bendiciones que tendremos de parte de nuestro Padre; si nos centramos tan sólo en una bendición, estaremos despreciando la demás (un ejemplo puede ser que recibamos ese trabajo que tanto anhelábamos y que hagamos de él, el todo de nuestras vidas, olvidando a Dios, la familia,  la iglesia...). Podemos distraernos también con las luces y los flashes del mundo que nos rodea, sólo para que comprobemos, al terminar el año, que tanta luz artificial nos ha hecho no ver todo lo que Dios había preparado para nosotros.
Podemos ir por el camino con una venda en nuestros ojos; la venda de la incredulidad. Alguna cosa te ha pasado en este último tiempo y voluntariamente has cerrado tus ojos para no querer saber más nada de Dios. Te has detenido demasiado tiempo en lo que te pasó, sin ver que Cristo estaba allí a tu lado. La venda de la incredulidad te fue ofrecida por el enemigo y te la pusiste, pensando que así caminarías mejor, pero lo único que lograrás será que te golpees aún más en el camino.
Un nuevo año comienza, tengamos pues los ojos bien abiertos para que cada día sea una nueva aventura y una nueva expectativa de disfrutar de todo lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros.
Mi deseo, en una época propicia para ello, es que yo y cada uno de ustedes vivamos este año con los ojos muy abiertos para ver dónde se halla la bendición de Dios y dónde él quiere que seamos de bendición. Busquemos más y más de ÉL (Is. 55:6) y dejemos que ÉL sea el que nos dirija. 

Lea: Is 43.18:19
Fuente: www.aljueazo.com.ar

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