¿Para qué son las manos? El diccionario define la función o la actividad de este miembro del cuerpo humano como un instrumento empleado para agarrar o tomar las cosas, así como un símbolo de autoridad, poder y control. El mundo ha hecho muchas frases que expresan numerosos sentidos asignados a esta palabra: manos libres, segunda mano, muchas manos hacen el trabajo ligero, fuera de mano, tener a mano, cambiar manos, etc. Las manos también significan consuelo, aprobación y ayuda.
El Espíritu Santo, al escribir la Palabra de Dios, seleccionó la palabra "manos" para describir el carácter de Dios en el cuidado de Sus hijos queridos. Literalmente cientos de versículos retratan las manos de Dios como instrumentos de Su poder, protección, provisión, sanidad, dirección y consuelo.
La nación de Israel temía que Dios se había olvidado de ella y de la ciudad de Sion. Pero el Señor contestó y dijo a Sión: "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros" (Is. 49:15-16).
El mismo Salvador que lleva las marcas del Calvario en Sus manos, mostró esta evidencia a Tomás cuando dudaba, invitándole así: "mira mis manos". Él lleva como si fuera un cuadro, un retrato en pequeño, de nosotros grabado en sus manos. ¡Qué amor! ¡Qué seguridad! Ciertamente el poder de Dios para guardar a Sus hijos diariamente es tan seguro como Su poder para salvarnos.
Job, en medio de todas sus pruebas de cuerpo, alma y espíritu, aún clamaba: "la mano de Dios me ha tocado". Aunque no entendía bien la procedencia de sus pruebas, sabía con certeza que a fin de cuentas todas las facetas de su vida estaban en las manos de Dios, que su Redentor vive y que Él es inmutable.
El gran apóstol San Juan poseía esta misma confianza y la mostraba al escribir: "Porque estamos en las manos de Dios; Él está por encima y es mayor que nuestros corazones, y Él sabe todas las cosas" (1 Jn. 3:20, Amplified Bible, "la Biblia Ampliada en Paráfrasis"). El escritor del siguiente himno lo dijo hermosamente:
El Espíritu Santo, al escribir la Palabra de Dios, seleccionó la palabra "manos" para describir el carácter de Dios en el cuidado de Sus hijos queridos. Literalmente cientos de versículos retratan las manos de Dios como instrumentos de Su poder, protección, provisión, sanidad, dirección y consuelo.
La nación de Israel temía que Dios se había olvidado de ella y de la ciudad de Sion. Pero el Señor contestó y dijo a Sión: "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros" (Is. 49:15-16).
El mismo Salvador que lleva las marcas del Calvario en Sus manos, mostró esta evidencia a Tomás cuando dudaba, invitándole así: "mira mis manos". Él lleva como si fuera un cuadro, un retrato en pequeño, de nosotros grabado en sus manos. ¡Qué amor! ¡Qué seguridad! Ciertamente el poder de Dios para guardar a Sus hijos diariamente es tan seguro como Su poder para salvarnos.
Job, en medio de todas sus pruebas de cuerpo, alma y espíritu, aún clamaba: "la mano de Dios me ha tocado". Aunque no entendía bien la procedencia de sus pruebas, sabía con certeza que a fin de cuentas todas las facetas de su vida estaban en las manos de Dios, que su Redentor vive y que Él es inmutable.
El gran apóstol San Juan poseía esta misma confianza y la mostraba al escribir: "Porque estamos en las manos de Dios; Él está por encima y es mayor que nuestros corazones, y Él sabe todas las cosas" (1 Jn. 3:20, Amplified Bible, "la Biblia Ampliada en Paráfrasis"). El escritor del siguiente himno lo dijo hermosamente:
Nuestros tiempos están en Tus manos;
Padre, ¡así lo deseamos!
Nuestra vida, alma, y todo nuestro ser
Dejamos en Tu cuidado.
Nuestros tiempos están en Tus manos;
¿Por qué debemos dudar o temer?
La mano de nuestro Padre no provocará
Jamás una lágrima sin necesidad.
Nuestros tiempos están en Tus manos;
¡Jesús, el Crucificado!
La mano traspasada por nuestros muchos pecados,
Es ahora nuestro Guarda y Guía.
Padre, ¡así lo deseamos!
Nuestra vida, alma, y todo nuestro ser
Dejamos en Tu cuidado.
Nuestros tiempos están en Tus manos;
¿Por qué debemos dudar o temer?
La mano de nuestro Padre no provocará
Jamás una lágrima sin necesidad.
Nuestros tiempos están en Tus manos;
¡Jesús, el Crucificado!
La mano traspasada por nuestros muchos pecados,
Es ahora nuestro Guarda y Guía.
Aquellas manos benditas que estaban tan activas durante Su ministerio terrenal, sanando a los enfermos, dando la vista a los ciegos, restaurando a los cojos, alimentando a las multitudes, y llamando a sí mismo los niños; hoy estas manos están todavía extendidas a ti. Su toque es tan consolador hoy como lo fue en aquel entonces.
Querido hijo de Dios, sean cuales sean las circunstancias de la vida que te robarían la paz interior y el gozo que Cristo tanto desea darte, descansa en la misma presencia de Dios. "No temas; (no hay nada que temer) porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Is. 41:10).
¡No temas, ni dudes, ni te desanimes!
Querido hijo de Dios, sean cuales sean las circunstancias de la vida que te robarían la paz interior y el gozo que Cristo tanto desea darte, descansa en la misma presencia de Dios. "No temas; (no hay nada que temer) porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Is. 41:10).
¡No temas, ni dudes, ni te desanimes!
L. Springman
Christian Missions Press, traducido y adaptado por Carlos Tomás Knott
Christian Missions Press, traducido y adaptado por Carlos Tomás Knott
Fuente: lifehouse.org